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Esta sencilla historia de una niña que se enfrenta a la irremediable pérdida de su gato, es solo el principio de un viaje al que tarde o temprano todos nos enfrentamos. Ya sea por muerte de un ser querido, ya sea por el proceso vital que supone crecer – y abandonar la inocencia – este proyecto nos habla de lo más humano que tenemos: las emociones. Su personaje transita por las famosas fases del duelo de las que ya nos habla Elisabeth Kübler-Ross, para llegar a la serenidad de la aceptación y seguir viviendo con ilusión y en contacto con la añoranza de los que ya no están con nosotros. La negación, la ira, la negociación, la tristeza y la aceptación serán el único camino para el renacer. La imagen de un árbol que nunca termina es la metáfora de una vida con la que todos podemos identificarnos.